Al principio solo había un gran vacío enorme. Estaba en todas partes y en ninguna parte.
En este vacío aparecieron dos entidades poderosas que eventualmente fueron conocidas como los dioses mayores: Fardos el Creador y Uman Zathroth que combinaron en sí mismo dos mitades desiguales. Una de estas mitades era Uman el Sabio, un dios benigno que estaba dotado de intelecto divino, mientras que Zathroth el Destructor era la otra mitad más oscura.
Estas eran las dos mitades de una sola entidad enigmática, y aunque cualquiera de ellas era perfectamente capaz de actuar por sí solo como si hubiera sido completamente independiente, en verdad no lo eran. Estaban unidos por un vínculo eterno que no podía romperse, y su destino era el mismo.
Nadie sabe de dónde vinieron los dioses mayores, o si siempre habían existido y finalmente despertaron del sueño del infinito. Pero en algún momento del camino decidieron crear un universo. Seguramente Fardos fue el iniciador, porque fue impulsado por la necesidad de crear y dar vida. Estaba desbordado de poder creativo e impaciente por liberarlo, así que entró en existencia y comenzó a desatar sus poderes. Sin embargo, ninguno de sus intentos de crear fue exitoso. Todas sus creaciones fueron tragadas por el vacío antes de completarse, y ninguna sobrevivió.
Uman Zathroth consideró atentamente los intentos de Fardos. Uman era sagaz y tenía increíbles poderes mágicos, pero sobretodo, era impulsado por un hambre insaciable de conocimiento e iluminación. En su esencia, se parecía a Fardos, pero donde Fardos trabajaba abierta y lógicamente, el dominio de Uman era el reino del misterio. Aún así, compartió el interés de Fardos por la creación, pero en su mitad oscura Zathroth era esencialmente corruptor. Zathroth era un dios vanidoso que era dolorosamente consciente de que sus propios poderes creativos eran mediocres. Debido a esto, miró el trabajo de creación de Fardos con celos, y desde el principio estaba decidido a detenerlo o al menos corromperlo de cualquier manera posible. Fardos, que no sospechaba esto, le pidió ayuda porque había aceptado el hecho de que no podía lograr la creación por sí solo, pero, por supuesto, Zathroth lo negó. Uman, sin embargo, aceptó ayudar. Y a partir de eso, él y Fardos trabajaron juntos en el gran proyecto que fue la creación.
Desafortunadamente, sus esfuerzos combinados no fueron exitosos. Al igual que antes, todo lo que Fardos y Uman crearon fue tragado por el vacío tan pronto como llegó a existir, y los dos dioses vieron tristemente su creación escaparse a través de sus dedos como agua a través de un tamiz. Por otro lado, Zathroth, que había estado observando sus esfuerzos con recelo, se regocijó. Se burló de sus esfuerzos. Sin embargo, su alegría cambió a sorpresa e ira cuando descubrió que algo extraño sucedió, algo que quizás Uman y Fardos no esperaban. Hasta el día de hoy, nadie sabe con precisión qué fue lo que lo causó.
Quizás el poder que se había gastado atrajo a otra entidad del vacío, o podría ser que simplemente despertó a otra entidad divina de su sueño. Algunos incluso afirman que de alguna manera misteriosa el poder que habían gastado Uman y Fardos en realidad creó una nueva entidad. Cualquiera que sea la verdad, una nueva diosa salió del vacío como una sirena recién nacida de su caparazón.
Los asombrados dioses mayores observaron su belleza divina con asombrada admiración, porque todo en ella era perfecta armonía. Acordaron llamarla Tibiasula. Zathroth, sin embargo, se quedó parado y furioso en odio silencioso. Pero astuto como era, ocultó bien su resentimiento y fingió compartir la alegría de los otros dioses mayores.